lunes, 9 de noviembre de 2009

sin título 1

Los optimistas no progresan demasiado en la vida. Éste es el concepto –pesimista, claro– que sobrevuela un estudio realizado por la Universidad de Nueva Gales del Sur, ubicada en Australia, y publicado por la revista Science. De acuerdo con esta investigación, el mal humor es un estado de ánimo perfecto para tomar buenas decisiones.

Mientras que la gente feliz, si bien es mucho más creativa, no acierta en resolver momentos clave de manera adecuada. “La gente con mal ánimo es menos crédula y eso ayuda a tener un pensamiento más reflexivo –dijo a Science el psicólogo Joseph Forgas, a cargo del estudio–. Una persona irritable puede lidiar mejor con situaciones más demandantes que un individuo feliz, por la forma en la que el cerebro promueve estrategias de procesamiento de información”.

Para llevar adelante la investigación, titulada Inteligencia emocional. Hacia una comprensión del rol del afecto en el pensamiento y el comportamiento social, Forgas hizo varios experimentos. En uno, sentó a un grupo de voluntarios frente a una pantalla y les puso una serie de películas para inducir buen o mal humor. Luego, pidió a sus cobayos que hicieran una serie de ejercicios de tipo “reflexivo”, como juzgar la veracidad de determinados mitos urbanos y dar detalles de un hecho como testigos oculares. El resultado: los alegres, cuando escuchaban las historias, se dejaban influenciar por detalles superficiales tales como el atractivo o el estatus del comunicador. Los malhumorados, en cambio, tendían a escrutar el discurso más cuidadosamente y a responder de acuerdo con el contenido mismo del mensaje.

COMO TESTIGOS TAMBIÉN. Una diferencia similar se daba cuando oficiaban de testigos. Frente a un hecho social determinado –como el robo de una cartera– los testigos oculares malhumorados eran más efectivos en el momento de relatar el hecho. “La recolección de eventos pasados tiende a estar más contaminada por información irrelevante cuando estamos de buen humor –explica Forgas–. Este optimismo desata estrategias de pensamiento menos cuidadosas. Mientras que el humor positivo parece promover la creatividad, la flexibilidad y la cooperación, el malhumor activa una forma de pensar más atenta y cuidadosa, haciendo que la persona preste más atención al mundo externo”.

De acuerdo con Forgas, esta respuesta social –signada por el estado de ánimo de cada individuo– es una muestra más del origen animal del hombre. “Este descubrimiento tiene sentido en términos evolutivos –advirtió–. Los animales que viven en estado de alerta tienden más a percibir las amenazas a su supervivencia. Esto sostiene la idea de que los estados de ánimo no son otra cosa que signos evolutivos referidos a cómo manejar situaciones amenazantes. El mal humor, salvo que esté generado por insomnio, desencadena un procesamiento de información más sistemático, atento y vigilante”.

ARYENTAIN. En el caso de que esto fuera cierto, la Argentina –una vez más– estaría en problemas. Una encuesta sobre las expectativas económicas en el país para el año 2010, realizada por la consultora Ibarómetro, advierte que casi un 52% considera que estará igual o mejor el próximo año. Es decir que en el país hay –contra lo que pueda pensarse– una sutil mayoría que ve el mundo con buenos ojos. Pero, por suerte, los piquetes, la inflación, los paros de transporte, las trapisondas políticas y las empresas de servicios públicos vienen dando lo mejor de sí para torcer el ánimo popular.

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