sábado, 10 de mayo de 2008

INLAND EMPIRE 2.2

(Léase INLAND EMPIRE 2.1)


A partir de semejante sintaxis, arraigada, irreductible, se desarrollan esquemas binarios que, según aquél que lo piensa, determinan valores opuestos (en general, ‘bueno’ y ‘malo’). Lo bello, lo majestuoso, lo noble adquiere valoraciones positivas frente a lo feo, lo pobre, lo chato, que recibe las negativas. Por supuesto, las majestades y las noblezas son quienes escriben la historia, mientras que el pobre y, eventualmente, el burgués, se rebajan a aprenderla en una clase. Se generan dispositivos de 1-0 incuestionables, que construyen morales y, no en menor medida, ‘temas de charla’. Puntos de vista unificados.

El conocimiento se limita a asignar conceptos a la gran tabla de los valores. Los comprende, pero siempre bajo una óptica interesada. El que ‘conoce’ puede tener un disco rígido repleto de infinitos sustantivos, adjetivos y verbos, y tiene bien presente cuáles de ellos están ‘bien’ (ya sea que son operativos, que quedan bien, que están bien vistos) y cuáles están ‘mal’ (en general, todo lo que a mí me da miedo).

Muy por el contrario, la sabiduría se jacta de poder poner entre paréntesis el juicio binario y entiende que todo cuanto hay en la tierra es relativo. El ‘sabio’ puede llegar a perdonar a aquél que viola a sus hijos, por que es capaz de entender que, por encima del acto brutal, libidinoso, sudoroso, amoral (todos conceptos ligados al ‘eje del mal’), el pedófilo ama a sus hijos con un amor superlativo (perteneciente al ‘bien’), amor que le provoca deseo físico. Esta posición es extrema, y no podemos pretender que en una sociedad ya constituida, y con sus códigos demarcados, deseemos lo mejor para un violador. Pero lo extremo del ejemplo sirve para desenfocar de una buena vez el lente parcial, dispar, con el que vemos el mundo. Los individuos son son buenos o malos. Sus actitudes, sus acciones, cada una particularmente, puede provocarle daño, o placer a los demás, y eso, las acciones, son lo que debería ser observado en los individuos. Aquél que opere insistentemente en contra del ‘bien común’ (al margen, inalcanzable) podrá ser evaluado negativamente por la comunidad. Pero errores cometen todos los seres humanos. Porque cada palabra dicha, cada opinión pensada, cada interacción con el otro puede perfectamente ser percibida como negativa por el prójimo. Y si no es por este prójimo, será por el otro. El error, como todo en el mundo, no es un error en sí, sino un error en relación.

Por último: dada su capacidad de ver lo malo y lo bueno a la vez en un mismo individuo, el sabio es aquél que perdona. Puede que perdone hasta cierto punto. Pero su actitud no será jamás de un determinismo absoluto.

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